Saltar al contenido

Las sábanas limpias

Las sábanas limpias

Las sábanas limpias, cuento sobre las apariencias.

Este breve, pero profundo relato nos invita a reflexionar sobre nuestra percepción del mundo y cómo esta puede distorsionarse por los filtros de nuestra mente.

Una pareja de recién casados, se mudó a un barrio muy tranquilo de la ciudad. Todo era nuevo para ellos y observaban con curiosidad cuanto había a su alrededor.

En la primera mañana en la casa, mientras tomaba café, la mujer reparó, a través de la ventana, que una vecina colgaba sábanas en el tendedero.

Con una media sonrisa le comentó a su marido:

¡Qué sábanas tan sucias cuelga la vecina! Ojalá pudiera enseñarle a lavarlas mejor, o recomendarle mi detergente de la ropa.

No la conozco demasiado, pero debería buscar la forma de acercarme sin ofenderla y ayudarle a tener sus sábanas mejor.

El marido la miró con una sonrisa, sin contestarle.

Y así, cada dos o tres días, la mujer repetía su discurso, mientras la vecina tendía sus ropas al sol y el viento, ajena a su observación. Para ella casi se estaba transformando en una obsesión.

Seguía pensando en su vecina y en cómo ayudarle a mejorar la limpieza de sus sábanas

Un día, la mujer se sorprendió al ver a la vecina tendiendo las sábanas muy muy limpias. Le contó a su marido con alegría:

  • ¡Qué te parece! La vecina aprendió a lavar la ropa. Parece que no era solo a mí a quien le llamaba la atención. ¿Le habrá enseñado otra vecina?

El marido le respondió:

  • ¡No, hoy me levanté más temprano y limpié los cristales de nuestra ventana!

Reflexión:

Este breve, pero elocuente relato nos deja una honda reflexión sobre la tendencia humana a juzgar desde nuestras limitadas percepciones.

Cuántas veces creemos ver “manchas” en los demás, cuando en realidad el empañado es el cristal de nuestra propia mirada.

La protagonista está tan enfocada en corregir a su vecina, que no puede ver la limpieza de sus sábanas.

Nos reconocemos en ese impulso de señalar fallos ajenos para sentirnos superiores o indispensables. Pero, ¿no será que al mirar con benevolencia y compasión, el mundo se nos revelaría mucho más luminoso?

Todos tenemos prejuicios internalizados que distorsionan nuestra visión. Comencemos por limpiar nuestra ventana interna, antes de creer que podemos “arreglar” a otros. Abracemos la imperfección propia y ajena con empatía. Y aprendamos a mirar, para comprender, no para juzgar.

“Si juzgas a las personas, no tienes tiempo para amarlas”

Madre Teresa de Calcuta
¡Haz clic para puntuar esta entrada!
(Votos: 2 Promedio: 3.5)