
El origen de la felicidad: El Secreto Divino.
En «El Origen de la Felicidad», nos sumergimos en una leyenda donde los Dioses, en su concilio celestial, deciden el destino de la felicidad humana.
En un tiempo fuera del tiempo, en un espacio más allá de los confines del universo conocido, los Dioses, seres de luz y sabiduría, se reunieron en un concilio celestial.
Su propósito era monumental: crear al hombre y a la mujer, seres a su imagen y semejanza, dotados de cuerpo, fuerza e inteligencia.
Mientras los astros danzaban en armonía, uno de los Dioses, cuya voz resonaba como un eco en la eternidad, planteó una inquietud: “Si los creamos iguales a nosotros, ¿no estaríamos, acaso, dando vida a nuevos dioses? Debemos diferenciarnos. Pero, ¿qué les quitamos?”
Los Dioses, en un torbellino de pensamientos divinos, debatieron y discutieron. Uno sugirió esconder la felicidad en la cima del monte más alto, pero otro, con sabiduría, señaló que la fuerza humana podría algún día conquistar tal altura.
“Entonces, sumerjámosla en las profundidades oceánicas”, propuso otro. Pero la inteligencia humana, argumentaron, podría desentrañar los misterios del mar.
“Coloquémosla en un planeta lejano”, dijo un tercero. Pero incluso el vasto cosmos podría ser explorado por la mente inquisitiva del hombre.
Fue entonces cuando el más silencioso de los Dioses, cuya contemplación superaba los límites de la realidad, compartió su revelación: “Ocultemos la felicidad en un lugar donde jamás pensarán buscar: dentro de ellos mismos”.
Los Dioses asintieron, comprendiendo la profundidad de esta propuesta. La felicidad se escondería en lo más íntimo del ser humano, en un rincón tan cercano que pasaría desapercibido en su búsqueda incansable.
Y así fue como los Dioses depositaron la felicidad en el corazón del hombre y la mujer, sabiendo que muchos buscarían en montañas, mares y estrellas, ignorando que la llave de la verdadera felicidad residía en su interior.
Reflexiones sobre «El Origen de la Felicidad»
La Búsqueda Interna de la Felicidad:
La historia ilustra la idea de que la verdadera felicidad se encuentra dentro de nosotros mismos. A menudo buscamos la felicidad en fuentes externas –logros, adquisiciones, reconocimientos– sin darnos cuenta de que la clave reside en nuestro interior.
La Sabiduría de la Autoexploración:
La decisión de los Dioses de esconder la felicidad en el interior del ser humano sugiere la importancia de la autoexploración y la introspección. Reconoce que el autoconocimiento y la comprensión de nuestros propios deseos y necesidades son esenciales para encontrar la felicidad.
El Valor de la Contemplación y la Reflexión:
El Dios silencioso, que sugiere la ubicación final de la felicidad, simboliza el valor de la contemplación y la reflexión en nuestra búsqueda de significado y satisfacción en la vida.
La Ironía de la Búsqueda Humana:
La historia resalta la ironía de la naturaleza humana: a menudo buscamos incansablemente algo en lugares lejanos o externos, cuando en realidad lo que buscamos está muy cerca o dentro de nosotros mismos.
La Felicidad Como Un Viaje Personal:
La felicidad, según esta narrativa, es un viaje personal y único. Cada individuo debe embarcarse en su propio viaje de descubrimiento interno para encontrar su verdadera felicidad.
La Inaccesibilidad de la Felicidad Externa:
Al proponer y descartar lugares inaccesibles para esconder la felicidad, los Dioses destacan que la felicidad no puede encontrarse en lo inalcanzable o externo, sino en lo que es accesible y personal.
El Poder del Ser y la Consciencia:
Colocando la felicidad dentro del ser humano, los Dioses enfatizan el poder del ser y la consciencia. Nos recuerda que cultivar la felicidad es una cuestión de ser conscientes y estar en armonía con nuestro ser interior.
Conclusión:
«El Origen de la Felicidad» es una metáfora poderosa que nos invita a reflexionar sobre nuestra búsqueda de la felicidad.
Nos alienta a mirar hacia adentro y a reconocer que la felicidad genuina y duradera proviene de nuestra propia comprensión, autoaceptación y crecimiento personal.
«La felicidad no es algo ya hecho. Viene de tus propias acciones.»
Dalai Lama